El Tanicu es una antigua leyenda santiagueña sobre un joven harapiento que habita en la profundidad del monte santiagueño. Se dice que a éste el demonio le ha concedido el don de la abundancia.
Eventualmente abandona el monte y baja al pueblo, cuentan los que lo han visto que su mirada es perdida y esquiva, y que se mueve por el pueblo de manera huidiza y con actitud salvaje, como si se tratara de un animalito.
Aparentemente el chico no emite palabra. Todo el pueblo anhela la visita del Tanicu en su hogar para recibirlo y compartir junto a él su almuerzo. Ya que cuentan que el hogar que éste decida visitar se verá bendecido por todo un año.
Es importante que para ese día cada hogar del pueblo se prepare sacrificando a sus mejores animales para realizar exquisitas y abundantes recetas. Con el fin de que sus mesas rebocen de abundancia en alimentos. Las mesas se visten con los manteles más elegantes, la vajilla más cara y adornan con flores las mesas. La cabecera de la mesa es el lugar que dejan sin ocupar los integrantes de cada familia para que el Tanicu se siente a disfrutar del almuerzo ofrendado.
Todo el dinero que cada familia posee es invertido en esta fecha para ofrecerle al Tanicu la mejor mesa y esperar que pase a visitarlos bendiciéndolos con la abundancia en todos los aspectos de la vida.
Se dice que, si el Tanicu no se siente satisfecho, con lo ofrecido en el hogar que visite, castigará a los integrantes del mismo con la desgracia por todo el año siguiente al día de su visita.
Por esto cada hogar de Santiago se viste de fiesta para esta ocasión y no repara en gastos.